Desde siempre, el hogar ha sido la fuerza espiritual del pueblo judío. Es la institución básica y central de la vida judía. La sinagoga o templo, ocupan un lugar secundario en relación al hogar. El judaísmo, puede sobrevivir, sin la Sinagoga, pero jamás sin la familia.
Una boda judía, no se considera sólo una sociedad. De acuerdo a la Cábala, la pareja, antes de bajar al mundo eran parte de una misma alma. Al bajar, éstas dos mitades se envisten en distintos cuerpos, mitad hombre y mitad mujer. Cuando llegan a la adultez, se buscan hasta reencontrarse y Hashem los une bajo la Jupá.
El casamiento judío no es solo una unión sino una reunión de estas dos mitades, que por fin se vuelven a unir. En hebreo la ceremonia del casamiento es llamada Kidushin: consagración. Un acto santificado y un mandamiento divino, en el que se refleja una vida dedicada a valores e ideales espirituales.
Esta santidad se ve reflejada en los detalles de la ceremonia nupcial. Dicen nuestros Sabios que un casamiento, se asemeja al momento de la entrega de la Torá. D-s se presentó como el Jatán (novio), el pueblo de Israel la KaIá (la novia).
El Monte Sinaí y las nubes de protección, la Jupá, Los relámpagos, las velas encendidas, los truenos, la música, Y Los Diez Mandamientos, la lectura de la Ketubá, Bajo este acto de santidad, los novios reciben un caudal de bendiciones, con el potencial necesario, para llevar adelante un hogar, colmado de armonía, felicidad y alegría para ellos y sus descendientes. La pareja se asocia a D-s en la obra de la creación.
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